jueves, 7 de mayo de 2009

De guanches sometidos a canarios marginados

Una vez concluida la conquista, la política de los invasores mercenarios fue recuperar lo antes posible la financiación realizada por españoles y genoveses. Por ello, la primera mercancía que pusieron a la venta fue la de esclavos y, a continuación, la del azúcar, producida originalmente por mano de obra indígena, la cual fueron reforzando con la importación de esclavos negros. Muchos maestros de los oficios de la caña de azúcar que venían de Madeira eran indígenas que habían llevado a ese archipiélago, y tras instruirlos regresaron, ellos o sus descendientes, con apellidos portugueses. Otros, al volver del destierro se cambiaban la vestimenta impuesta, por la de pieles, en señal de rebeldía y continuaban con su vida pastoril, mientras que los que no tenían libertad cuidaban el ganado a los malvados invasores que se los habían robado. Unos sometidos y otros libres, aunque marginados, ya que recibían el mismo trato que los judíos y "moriscos", al no permitírseles el acceso a colegios mayores. Esta astuta política colonial forzó a muchos a negar su ascendencia guanche. No obstante, buena parte de ellos continuó más de un siglo viviendo según sus viejas costumbres. Los mejores ejemplos se dieron en La Gomera, Sur de Tenerife y en la zona de El Pinar en El Hierro.

La suerte que corrieron muchos guanches o sus descendientes fue la emigración forzosa para repoblar varios países de América, especialmente Cuba y Venezuela, pues las riquezas en Canarias estaban principalmente en manos de una minoría de colonos o sus descendientes. La pobreza se agravó en el segundo tercio del siglo XVII, y por imposición de la Corona española, para cada cien toneladas de mercancía que se quisiera exportar de Canarias, se obligaba a enviar a cinco familias isleñas para poblar ciertos lugares de América como Puerto Rico, República Dominicana y Uruguay. Orden que se conoce con el nombre de "Tributo en sangre", y la cual duró hasta el mismo periodo del siglo XVIII. Aunque la economía de Canarias alcanzó un fuerte esplendor en la primera mitad del siglo XVII, la caída de la venta del vino, sequías y plagas de "cigarrones", agravadas con importantes pestes, sumieron estas Islas en una pobreza extrema para muchos hasta mediados del siglo XIX, con la creación de los Puertos Francos: régimen de libertad para las exportaciones e importaciones libre de impuestos para la mayoría de las mercancías. Esto coincidió con el auge de la cochinilla como nuevo producto de exportación hasta los años ochenta, fecha en que aparecieron tintes químicos que la sustituyó, y la ruina se volvió a apoderar de la mayoría de los canarios.

La emigración, especialmente hacia Cuba, sería la válvula de escape para muchas familias; pero a partir de ahora iba a ser una emigración mayoritariamente de retorno que transformaría la sociedad de Canarias. Los retornados compraban tierras, normalmente improductivas en zonas de medianías, las trabajaban, hacían su casa y organizaban familias "acomodadas", cuyos descendientes repetían los mismos patrones hasta que llegó la Guerra Civil de 1936. Desde finales del siglo XIX comenzó la producción y exportación de plátanos y tomates, principalmente por comerciantes ingleses, pero desde los años cincuenta del siglo XX, otro fenómeno de la emigración, en esta ocasión relacionada con Venezuela, originó un fuerte auge económico con el dinero que venía de ese país, que tantos canarios lo aman como su verdadera patria. Esta vez fueron las costas las que se transformaron con un enorme aumento de producción de plátanos, cuyo control pasó a manos de los canarios.

Después de cuatro siglos, los descendientes de los desposeídos guanches y canarios en general articularon un aceptable sistema económico en torno al sector primario. Pero desde principios de los años sesenta, al tiempo que la emigración canaria estaba en auge, el Gobierno de la metrópoli comenzó su nueva política colonizadora coincidiendo con el negocio del turismo; y empezó a venir gran cantidad de gente para la colonia canaria no sólo para este sector, sino para competir con los puestos de trabajo de los canarios con carreras universitarias, al tiempo que no dejaban regresar a muchos isleños que habían adquirido la nacionalidad venezolana. Empezó a repetirse la historia, pero sin resistencia de los canarios. Una sutil invasión que puede acabar con nosotros si no luchamos para conseguir la soberanía.

Jose Luis Concepción
Presidente del Movimiento Patriótico Canario (MPC)

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